
Si queremos restaurar la cultura cristiana en nuestras familias, y recristianizar verdaderamente la sociedad, hemos de volver a cimentar nuestras vidas sobre el realismo.
1 Vida de ocio festivo
Es fundamental que recuperemos el significado de santificar las fiestas, guardar el domingo, el descanso cristiano, el sentido de lo sagrado, la realidad litúrgica y la alegría santa del cristiano que se acepta la invitación divina a abrirse a la vida contemplativa y mística. Leer más…
2 Cultivo de los deleites intelectuales
Hemos de considerar cómo los mismos cristianos contribuimos al materialismo de nuestros tiempos al abandonar el ideal del “hombre culto”. Este pilar es una invitación a retomar lo mejor de la cultura occidental en literatura, música, arte, filosofía y teología, una cultura digna de los hijos de Dios, que nos lleva a Él, y que ciertamente nos ofrece una plenitud mucho mayor que la de las diversiones comerciales. Leer más…
3 Vida y visión sacramental
Para no caer en un acostumbramiento a la deslumbrante realidad de un mundo creado por un Dios que es Amor, hemos de profundizar sobre la incomprensible y misteriosa realidad de la acción divina entre los hombres a través de los sacramentos, que lejos de ser ritos sociales son auténticos encuentros con la desbordante realidad de un Dios enamorado de los hombres; Dios está realmente en medio de los hombres, y la Encarnación ha dignificado la materia para siempre, pero para que se nos caigan las escamas de los ojos necesitamos conversión siempre.
4 Armonía con la Creación
El acelerado ritmo de la vida en las grandes ciudades, y sus comodidades, nos han hecho olvidar la relación que pretende el Señor que tengamos con la naturaleza, que creó para los hombres, como signo de su cuidado amoroso y paternal, fuente de vida y de belleza, escuela de virtudes y espacio de auténtica ciencia y contemplación; una relación también abandonada por las opciones artificiales y virtuales de la vida moderna, que enferman y contaminan los días de los hombres y le ocultan a Dios.
5 Contemptus mundi
En alusión al antiguo tema de espiritualidad cristiana, “el desprecio del mundo”, este punto invita a identificar y relativizar los afanes mundanos y poner el deseo en la vida eterna: esto no es sinónimo de un espiritualismo sino de un amor auténtico por todos los hombres, que mueve a transformar las realidades temporales para gloria de Dios, y no para gloria de los hombres.
6 Pobreza tecnológica
Los cristianos hemos caído en la ingenuidad de creer que la tecnología es una realidad legítima e ineludible de la vida en el siglo XXI, y así hemos puesto poco esfuerzo y poca reflexión en frenar sus estragos sobre la dignidad de la vida humana y nuestra vida interior. Urge que comprendamos la naturaleza de la tecnología y la realidad virtual, a la luz de la mejor filosofía realista y de la teología, un tópico que nos ayuda a salir de discusiones superficiales sobre la moralidad de la práctica tecnológica. Hemos de volver a evaluar la relación entre la técnica, la caída y la redención, así como el vínculo entre tecnología y magia.
7 Retorno al realismo
En la mejor tradición filosófica cristiana, la escolástica, se enseñaba que toda la realidad era bella, buena y verdadera, y que Dios es la Suma Belleza, la Suma Bondad y la Suma Verdad, de modo que Dios es el Ser; como dijo a Moisés, Su Nombre es “Yo Soy”. Esta no es una curiosidad teórica, para deleitarnos intelectualmente: hemos de recuperar la capacidad de construir la cultura y la civilización sobre estas nociones, pues una comprensión auténtica de la realidad debe movernos a vivir de un modo auténticamente humano, donde la realidad es siempre esperanzadora pues en todo lo bello, bueno y verdadero encontramos reflejos de Dios.
