
Pues el Señor en seis días hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que contiene, pero el día séptimo descansó. (Ex 20, 11)
Guardar el día domingo. Vivir una vida contemplativa. Los dos conceptos anteriores son casi sinónimos. “Santificar el día domingo” significa, realmente, mucho más que cumplir con un precepto, que se vuelve casi burocrático cuando el católico se siente liberado de su obligación cuando “ya estuvo en Misa.” El descanso dominical no es un descanso para el cuerpo sino para el alma y eso es, precisamente, lo que significa “santificar” el día domingo: un día dedicado a la contemplación. Esta noción puede parecer extraña e incluso vacía a un católico moderno y, sin embargo, la vida contemplativa es fundamental para que entren las cascadas de la gracia de Dios al mundo por medio de sus hijos fieles.
No obstante, no puede entender lo que es realmente “contemplar” quien ha olvidado lo que significa que algo sea sagrado, el significado de la liturgia, lo que es realmente la vida mística, el sentido del día domingo, día primero y también octavo; y más en el fondo, lo que es en verdad festejar. La alegría cristiana solo alcanza su plenitud cuando se vive el gozo de la Resurrección que evoca el día domingo. ¿Queremos incendiar el mundo con el amor de Dios en pleno siglo XXI? Volvamos a santificar, plenamente, el día domingo, y aprendamos a celebrar.
La invitación
Ir a Misa todos los domingos y fiestas de guardar (solemnidades) con particular entusiasmo, sin prisas y con plenitud, es decir, en gracia de Dios, preparados para comulgar.
Participar en Misa dominical ahí donde se cuide la solemnidad de la liturgia (punto importante cuando hay hijos en etapa formativa) o tomar iniciativas para que la liturgia sea cuidada con más esmero ahí a donde vamos.
Procurar que el día domingo sea realmente un día especial y de fiesta, reflejado en nuestra vestimenta, en nuestra diligencia para servirnos en familia, compartir con seres queridos y en la práctica de obras de misericordia, espirituales y corporales.
Santificar el día domingo haciéndole día de descanso, sin afanes comerciales, sin pendientes escolares o domésticos, o entretenimientos mundanos: un día disponible para la convivencia con otros y para el trato con Dios.
Procurar un tiempo de oración personal en silencio todos los domingos.
Rezar las Vísperas (de la Liturgia de las Horas) el sábado por la noche.
Devolver el sentido penitencial al viernes con actos de amor a Jesús crucificado.
Vivir los tiempos litúrgicos en casa, espiritual y materialmente: Adviento y Cuaresma con sentido de penitencia; Navidad y Pascua con gozo festivo.
Tomar distancia del sentido “litúrgico” del comercio en su pretensión de dictar sentido a las temporadas del año, o dar culto a personas o marcas.
Cultivar la elegancia y los buenos modales en la vida ordinaria.
Pedir a Dios que no nos permita acostumbrarnos a su Grandeza y a su Misterio.
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Lecturas adicionales
Carta Apostólica Dies Domini, Juan Pablo II, 1998. (Ver)
Catecismo de la Iglesia Católica, “La resurrección de la carne” (988-1019); La liturgia” (1136-1199), “Los mandamientos de la Iglesia” (2041-2043); “El tercer mandamiento”, (2168-2195); ,
Motu proprio Mysterii paschalis, Pablo IV, 1969. Solo en inglés, italiano, latín y portugués. (Ver)
Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la Sagrada Liturgia, 1963. (Ver)
Encíclica Mediator Dei, Pío XII, 1947. (Ver)
“El ocio y la vida intelectual”, Josef Pieper, 1948.
“Sacralidad y desacralización”, Josef Pieper, 1973.
